El año del dragón en el calendario milenario chino será auspicioso pero con muchos retos: viene con optimismo en lo económico pero con nerviosismo esperanzador en el horizonte político… Con alivio pero sin esperanzas infladas, con un optimismo aterrizado pero sin el pesimismo desmoralizador del pasado.
Lo anterior, debido a la llegada de un nuevo gobierno y una temporada turística que dejan atrás el peor escenario posible de una combinación de crisis económica, indiferencia política y apatía institucional.
El dragón se distingue por su poder, sabiduría y capacidad de éxito y por eso se anticipan 12 meses de transformación, crecimiento y abundancia. Como también de la necesidad de resiliencia, con un mensaje claro a los isleños de que nuestros deseos de cambio y despedida de recientes nubarrones armonizan con el sugerente abrazo de la esperanza.
Los resultados electorales devolvieron esperanzas de cambio al imaginario público. Fue un ejercicio histórico de oposición ciudadana que con contundencia y elocuencia otorgó no solo un claro mandato para la transformación y el avance, sino mucha independencia y una extensa plataforma para lograrlo.
Como también claridad para interpretar y ejecutar bien los pasos para avanzar, priorizando el imperativo moral en la administración pública. Porque los isleños no queremos seguir siendo juguetes en el obsceno e irresponsable ajedrez de poder y de las ferias de despojo de lo público. De ser ovejas entretenidas mientas nuestras islas se caen en pedazos.
Las islas y el país
Muchas cosas también dependerán del gobierno nacional y hay tres temas que dominarán la relación con la capital: el prometido acercamiento al Caribe, el diálogo con Nicaragua y el retorno al protagonismo étnico por cuenta del Estatuto. Todas ofrecen muchas oportunidades económicas y sociales para los isleños y étnicas para lo raizal que merecen ser aprovechadas.
La estrategia Caribe promete, de nuevo, aprovechar a las islas como punta de lanza hacia la zona. De nuevo, parte de una estrategia nacional a largo plazo para fijar fronteras porque todas quedaron en el aire con el fallo de La Haya de 2012. Pero, como con tantas cosas, falta que digan cómo, cuándo, cuánto y dónde…
El diálogo con Nicaragua es lo que genera más expectativas y entusiasmo. Y no solo porque podría poner punto final al diferendo limítrofe de 40 años, sino porque presagia una nueva era de beneficios económicos para todos los hogares isleños y para la reinvindicación étnica.
Lo primero sólo si Colombia adopta estrategias que podrían abaratar la canasta familiar, como un intercambio comercial fluido similar a otras zonas de frontera. Pero de momento sólo se habla de pesca, asuntos raizales y cooperación para la protección ambiental, y por ende se prioriza manejar situaciones afectadas por el fallo de 2012, que Colombia claramente intenta finalmente acatar.
Es justo que el diálogo entregue provecho para todos. Porque todos, raizales y no raizales, hemos sido rehenes del largo diferendo y del desdichado fallo, y los problemas que prometieron resolver para aliviar esa larga y perniciosa tolerancia no solo no han sido resueltos sino que están peores. Algo merecemos por tantas privaciones y la pérdida de nuestro mar ancestral.
El gobierno nacional usará el diálogo y la entrega de las aguas para su política de paz total y del bueno vecino, y en segundo lugar para atender preocupaciones étnicas y limar asperezas por años de fricciones con la etnia raizal. Por eso la sorprendente resurrección del Estatuto Raizal, que se pensó estaba bien enterrado.
El camino del medio
Pero resucita como el ave Fénix en medio de incertidumbre y división étnica, como lo dijo el mismo Canciller. Pocos tenemos claro para qué sirve y qué contiene, y menos claro aún la lógica de insistir en algo que en su último formato tropezó con leyes e intereses nacionales. Peor aún, estamos perplejos de por qué más bien no trabajar en cosas que necesitan atención urgente, como la Occre y la Ley 47, para impedir la mayor transmutación cultural y la pérdida progresiva del Creole y otros rasgos étnicos de las islas.
Seguramente habrá un camino intermedio que adopte la estrategia de ceder para recibir: una negociación colaborativa.
Algo que podría influenciar una actitud más relajada del gobierno nacional es que el fallo de 2012 cambió los cálculos y prioridades de seguridad y geopolítica estratégica nacionales en relación a Nicaragua, y por lo tanto ahora la soberanía nacional, como ha estado por años, ya no está en conflicto directo con lo étnico local y la protección y avance de nuestros derechos humanos. Esto sugiere una nueva era de derechos humanos y oportunidades en lo étnico, ambiental y económico que se debe aprovechar.
Empero, todo se debe tomar con una pizca de sal. Porque la paradoja del diálogo y del acercamiento a Nicaragua es que si bien hemos perdido mucho mar y Colombia nos quiere abrir un mar de oportunidades hacia Nicaragua y el Caribe, es posible que al mismo tiempo nos cierre una puerta interna hacia otro mar de oportunidades con el país: podría haber menos atención nacional a las islas porque ya el tema del diferendo no tendrá prioridad en las estrategias nacionales. Por lo tanto por verse si el acercamiento a Nicaragua y el Caribe es una metáfora o una estrategia de escape, hacia una mayor invisibilidad y desinterés nacional en los asuntos isleños.
Todo esto confirma enormes retos de 2024, pero también las oportunidades de avanzar durante un año auspicioso, de muchas oportunidades, pero no a través del ejercicio reiterado de los estamentos oficiales de la gimnasia verbal y el manejo de la información, de las promesas cumplidas solo en el papel, sino con acciones categóricas y resultados tangibles.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.