Estudiando psicología en la ciudad de Medellín, tuve la oportunidad de toparme con el libro: 'No nacimos pa´ semilla' del escritor Alonso Salazar, quien en 1990 lanzó la primera edición de lo que sería un ícono que contribuyó a crear y a asentar los imaginarios sobre la violencia juvenil.
Lejos estaba de pensar, que en mi querida isla esos imaginarios se iban a ver materializados, en las estadísticas de homicidios que desde hace más de una década presentamos.
A punto de graduarme, tuve la oportunidad de participar de un grupo de investigación de la universidad y desarrollar mi trabajo de grado con menor infractor, lo que me permitió ingresar por primera vez a una correccional, sin saber que ese sería mi lugar de trabajo en los próximos 15 años.
Es así como 'Gotas de Paz' fue mi mayor escuela de aprendizaje, no sólo en la parte laboral sino en lo personal, porque me puso en contacto con una realidad desconocida para mí hasta ese entonces: la de los adolescentes y jóvenes marginados, en exclusión social y/o rechazados por su condición de infractores.
Recuerdo cuando en el 2016 uno de ellos fue asesinado y yo loraba desconsoladamente porque le había tomado cariño y me dolía que se haya ido de este mundo con tan solo 17 años (siendo de los primeros que atendimos que morirían de esa manera).
Al respecto, existe una frase muy común que dice: “El delincuente no nace, se hace”, y con la cual concuerdo, porque la mayoría de estos adolescentes y jóvenes que atendimos, alguna vez estudiaron, practicaron un deporte y desarrollaron actividades que se encontraban dentro de las convenciones sociales.
Entonces, es preciso entender, que existen unos factores de riesgo tales como disfuncionalidad familiar, maltrato infantil, deserción escolar, problemas de conducta en la infancia, inicio temprano en el consumo de Sustancias Psicoactivas, pertenencia a pandillas y a bandas delincuenciales, entre otros, los cuales se convierten en el caldo de cultivo perfecto para lo que hemos cosechado, en una isla donde las políticas públicas para la niñez y juventud han resultado insuficientes, y en la cual la cultura de la ilegalidad se encuentra rampante y nuestros jóvenes se están convirtiendo en cifras, llenando un cementerio, y cambiando un ciclo natural en el cual esperamos que sean ellos quienes entierren a sus mayores.
El año pasado culminé mi tesis de maestría, por medio de la cual estudié la evolución de las tasas de homicidios por violencia interpersonal entre los años 2011 y 2021 en la isla, cuyos resultados no distan de lo que vemos en las noticias: La mayor parte de las víctimas corresponden al sexo masculino (95.27%) y al grupo etario de juventud (54.13%), siendo el mecanismo causante el proyectil de arma de fuego. Así mismo, los jóvenes de sexo masculino cumplen un doble rol, como víctimas y victimarios, en una sociedad donde los ajustes de cuentas y la intolerancia están a la orden del día.
Teniendo en cuenta este panorama, el gobierno y demás entidades competentes, tienen la responsabilidad de mejorar su respuesta institucional, como por ejemplo, con la oferta de programas de prevención basados en evidencia, fortalecimiento del 'Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes', intervenciones en las instituciones educativas para el mejoramiento de la convivencia, la adecuación del centro carcelario y penitenciario, que permita el desarrollo de proyectos de resocialización y algo muy importante: restablecer el tejido social roto a través de mecanismos de justicia restaurativa.
Un ejercicio en donde los agresores reparen el daño causado a las víctimas y a la comunidad, rompiendo con el esquema rígido de una justicia punitiva que se quedó corta en un país con el sistema carcelario y penitenciario colapsado y con altos índices de vulneración de derechos humanos. Lo que lejos de resocializar, facilita la continuidad de una trayectoria criminal y la perpetuación del ciclo de violencia.
“Las sociedades tienen los criminales que se merecen”
Alexandre Laccasagne
----------------------------------------------------------------------------------------
* Shana Taylor Bush: Psicóloga y Magíster en Intervención Social
-------------------
Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.