Para muchos la ciencia ficción es sólo la imaginación puesta al servicio de las posibilidades y en un mundo de crecimiento cada vez más eufórico, un género que creíamos fantasía parece una sentencia profética. ¿Cuántas obras hemos visto convertirse en realidades, cuando fueron catalogadas como fantasía de genios locos?
Y de todas, las que más me llama la atención y siembra siempre un punto de reflexión en mí es ‘El mundo feliz’ de Aldous Huxley…
En la obra el autor plantea una realidad poco utópica, un mundo de alfas, betas, deltas, omegas y épsilons marcado por la diferencia, ya no de raza sino por predestinación social, un mundo hecho para el disfrute de las primeras letras y el sacrificio de las últimas, un mundo planteado únicamente en función de quienes tienen, por ejemplo, el derecho a las vacaciones.
Crecer en un planeta como San Andrés, sí, un planeta. Parecido a la Tierra en casi todo, excepto por su negación a someterse siempre a las leyes de la física, o que puede incluir la magia como argumento, un planeta dedicado al ocio ya no solo de los alfa, de los beta quizás, de los delta incluso, nos propone a todos –de alguna manera– como épsilons condenados a la reflexión superficial, a la música que revienten decibeles, asumirse en él estereotipo que espera el visitante, un anfitrión siempre alegre desprovisto de problemas, un espectro carnavalesco, siempre feliz, siempre completo.
En este planeta de Luna verde, aguas turquesas y arena rosa, ¿qué puede ser arte? ¿No es acaso que el arte debiera ser disruptivo? No complaciente, nada tranquilo, nunca sumiso, ¿cuándo se hace arte si se tiene que vivir en pos del visitante?
Hoy da la sensación de que todo es un escenario, dispuesto para complacer, pero no para hacerse preguntas: ¿somos acaso épsilon? ¿Hay espacio en el montaje para la reflexión? ¿La filosofía, la angustia, las preguntas existenciales? o ¿son lujos para los que no nacieron los receptores? ¿Somos capaces de pensarnos dentro? ¿o solo cumpliremos con lo pactado?
Me pregunto, ¿cómo sería la obra del autor si nos conociera?, ¿si nos viese en esta atmósfera?, en esta isla psicótica a veces, negacionista siempre, una que esconde bajo un manto húmedo de estiércol flotante, las realidades que no aparecen en la postal: planeta de épsilon entrenados para servir y sonreír
¿Cómo nos juzgará el futuro, cuando le hablemos del penoso siglo XXI? De la pandemia, los huracanes, la desidia, la lluvia, y como frente a todo esto, no hubo nada más que una sonrisa mueca.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.