Se repliega la mirada después de matar… En la guerra no se puede ser del todo humano. Estos relatos se desvisten con los años. En el 2018 estuve en Israel y en Palestina. En Jaffa - Tel Aviv me arrinconé a una tienda mientra llovía granizo, luego se aclaró el cielo, mis pies volvieron a pisar la arena caramelo del mar.
Cierro los ojos después de leer las noticias. Intento quitarme las imágenes de encima. Hablo en voz alta. La guerra tiene sus propias palabras. Ofensiva. Frente. Avance. Retirada. Retaguardia. La guerra no tiene la palabra verdad. Los escombros se comen la verdad. Hay discusiones sobre las reglas de la guerra. Sin embargo, escasean las discusiones sobre lo humano. Al otro lado estamos los que escuchamos los misiles por televisión.
Miré al hombre con la máscara de gas en Palestina caminaba a ras con el muro de hormigón. Frente, una estación de gasolina. Pregunté por el Hospital Cáritas, el polvorín se alzó, me siguió. En el hostel me siguió el muro. Al amanecer me siguió el almuédano. Aquellos recuerdos se han enredado en mí.
Ya no puedo llorar la muerte. Ninguna muerte. ¿se puede guardar distancia? Uno puede dejar de seguir las noticias. Seguir en sus ocupaciones. Pasar la página o cerrar el libro. Dejé de leer ‘Últimos testigos’ de Svetlana Aleksiévich. Son niños, niñas, las voces que no puedo escuchar. “Yo creía que en la guerra solo mataban a los hombres”, relato de Guena Iushkévich, 12 años.
Una oleada de homicidios en San Andrés. Las imágenes están ahí tendidas. La isla es pequeña. Los muertos son de todos. Aunque se mire la imagen y las palabras sean no sé quién es. Desde lejos se ven los muertos que son de todos…
De la guerra solo quiere saber el que no la ha vivido. Empatía poderse reconocer en el otro. Verse desde su experiencia. ¿Desde el lugar que ocupo que puedo hacer? Comenzar por no difundir discursos de odio. Ante los acontecimientos actuales reconocer que en el país siguen los desplazamientos, hostigamientos, masacres. A nivel local los homicidios. De la guerra no se puede hablar desde afuera. Habitamos el mismo tiempo.
Que la guerra se trague sus propias palabras. Que la guerra se envuelva en una sábana blanca, se acune. Que los niños, niñas, adolescentes estén exiliados. La palabra metralla abandona la guerra. Empatía. Verdad. Reconciliación que estas palabras sean más que palabras.