Un día antes del siete de agosto, 2023. Está lloviendo. Pero… Hoy me siento como un caminante, también, con mi linterna a pleno sol. Buscando un verdadero político, aquí entre nosotros, cual un Nelson Mandela; cual Pepe el uruguayo; cual Martín L. King Jr...
Pero a pesar de haber cubierto muchos kilómetros y tener plena consciencia de que se está acabando mi aceite, aún no percibo en el horizonte cercano o lejano la razón de mi linterna. No veo ningún político de mis sueños.
Porque lo que escucho y veo es solo ruido. Sí, solo veo ruido. Añoro el sonido del silencio. Y digo, aquí no nos faltan diplomas. Nos sobran. Comprados o no. Lo que nos hace falta son caracteres; no nos falta, entre los pocos, conocimiento de la academia y del bien (y me apena contrariar al noble Kant quien pensaba que él que conoce el bien NO PUEDE hacer mal); nos hace falta decencia y esta está fusionada, y de qué manera, al carácter de la persona, macho o hembra. Porque la persona de carácter, más tarde que nunca, hace el bien.
Y me pregunto nuevamente: ¿cómo hacer para convivir con lo que tenemos hoy, si no sufrimos pronto un cambio transformacional en lo pertinente a la politiquería de hoy, con esta grande angustia de patria chica?
Unos dicen que vamos a avanzar; otros que es para el progreso; más aún otros, que es para el desarrollo. ¿Avance, progreso y desarrollo para quiénes? Para los mismos de siempre y para los nuevos que también desean pulir más sus respectivos egos y para satisfacer los medios, más todavía, del enfermizo goce del consumismo para sí y de sus cercanas tribus.
Y los nobles y físicamente necesarios intereses del necesitado pueblo: ¿una educación y sus medios cualitativamente presentes, siempre; unas infraestructuras indispensables; un sistema de salud competitivo con los mejores del planeta?
¿Será que tendremos que quedarnos, todavía y luego de 100 años, solo con el deseo y el sueño? (A veces pienso que Gabo escribió su ‘100 años de soledad’ pensando en nosotros).
PD:
Ahora, de pronto es costumbre pasar por mi adorada Tom Hooker con carros y motos y caminando, y sus abominables escándalos, recordándonos de sus candidatos. El otro día, durante otra caravana de ruidos y demás pitos, le pregunté a uno cualquiera, solo por preguntar a uno de ellos:
—Señor, y cuándo pasarán por Tom Hooker— Luego de pensarlo un poco dijo:
—En otra oportunidad será, señor…
El pobre no sabía que estaba pisando tierra santa.
LA IGNORANCIA ES PEOR QUE LA GUERRA…
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.
