Tal vez una de las aspiraciones más profundas del ser humano es encontrar la paz interior. La velocidad y la carga emocional, laboral y social en la que vivimos agobian el alma, producen un cansancio vital que agota y seca las ganas de vivir. Esa situación, lo sabemos, no se logra solucionar con dinero, con placeres, sino que es una sed que solo se logra saciar con una espiritualidad profunda.
En este domingo nos vamos a detener a reflexionar en la paz interior, y trataremos de dar algunas ideas para responder a esta pregunta existencial ¿cómo encontrar descanso del alma? Comencemos escuchando esta historia.
El gran santo budista solía andar cubierto únicamente con un taparrabos. Vivía siempre de forma austera y muy pobre. Aunque parezca absurdo, llevaba siempre consigo un pequeño plato de oro que le había regalado el rey, el cual había sido su discípulo. Lo llevaba como recuerdo, pero su corazón no era esclavo de aquel pedazo de oro.
Una noche, estaba a punto de acostarse para dormir entre las ruinas de un antiguo monasterio cuando observó la presencia de un ladrón escondido detrás de una de las columnas.
- «Ven aquí y toma esto», dijo el santo budista mientras le ofrecía el plato de oro. «Así no me molestarás una vez que me haya dormido y podré gozar de este rato de paz que es el descanso».
El ladrón agarró con ansia el plato y salió zumbando. Pero a la mañana siguiente regresó con el plato ... y con una petición:
- «Cuando anoche te desprendiste con tanta facilidad de este plato pensé que me hacías inmensamente rico y feliz. Ahora quiero que me enseñes esa riqueza interior que te hace tan desprendido y otorga tanta paz».
La paz del alma es un estado de gracia que procede de Dios y que hace que el corazón explote de un amor muy grande hacia la misma fuente de la paz que es el Señor, y hacia los demás, especialmente a las personas que hacen parte de nuestro círculo vital. La paz interior se hace visible en la satisfacción de vivir la vida con intensidad y en el deseo de dar lo mejor de nosotros para el bien de los demás. Siendo así, la paz interior ni nos encierra, ni nos inmoviliza, sino que nos pone en movimiento dinámico para sacar lo mejor de nosotros. Las lecturas de este domingo, nos ofrecen tres elementos para obtener la paz del alma.
Primer elemento. “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré” (Mt 11, 28). La paz del monje no le proviene de tener un plato de oro en sus manos. La paz interior no es una simple actitud de positivismo que nos mueve a tener un optimismo alto; la paz interior viene de Jesús. Jesús nos dice, venga a mí. Jesús se ofrece para llenar nuestro corazón vacío de razones para vivir; Jesús quiere curar nuestro corazón agrietado, para que no permita escapes de rencores y resentimientos. Jesús nos ofrece ganas de vivir cuando las ilusiones se nos han agotado.
Jesús es la única fuente de paz interior. En él se cumple lo anunciado por el profeta Zacarías: “Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra” (Za 9, 9 – 10). El Señor destruirá y romperá todo aquello que nos quita la tranquilidad espiritual, y nos dará la paz.
Segundo elemento: “Tomen mi yugo sobre ustedes” (Mt 11, 29). Para los judíos el yugo era la ley de Moisés. Para Jesús, el yugo es la ley del amor. Igual para nosotros, el yugo que llevamos sobre nosotros es el amor. Vivir amando es la mejor manera de asumir la vida. El amor es el yugo que nos libera y que nos hace capaces de entregar la vida por causas nobles. Una persona que tiene seco el corazón sencillamente no encuentra motivos para vivir. Una persona llena de amor vive donando todo lo que hay en su corazón.
Pero no basta desprendernos del plato de oro, es necesario donar nuestro corazón. La paz interior se logra cuando donamos nuestra vida por causas nobles. Cuando los padres de familia se donan, tienen paz en su corazón Cuando cada uno de nosotros entregamos nuestro corazón.
Tercer elemento. “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29). La paz interior se hace visible en la mansedumbre y en la humildad del corazón. Esas actitudes tenemos que aprenderlas y el Maestro es Jesús. La paz interior elimina nuestra agresividad y nuestra soberbia. Tenemos que pedir el espíritu de Cristo, como dice san Pablo, “El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros” (Rom 8, 11 s).
El resultado de estos pasos bien dados lo dice Jesús en el Evangelio: “Encontrarán descanso para su alma, Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11, 30). En este domingo pidamos para Colombia, y para cada uno de nosotros, lo que suplicaba de ladrón de la historia: Ahora quiero que me enseñes esa riqueza interior que te hace tan desprendido y otorga tanta paz.