En el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina hay una larga historia de desposesiones, por ejemplo, de sus áreas tradicionales de pesca artesanal. Son doscientos años en que los pueblos raizales originarios del territorio se vincularon a la Gran Colombia cuando, hace dos siglos, ese mapa incluía áreas de la Mosquitia, desde Nicaragua hasta Panamá.
Largos procesos, como el más reciente ante la Corte Internacional de Justicia, han aislado a los pueblos fronterizos-creoles de Nicaragua y Colombia. Algunas necesarias medidas de control a actividades de tráfico de drogas y de armas, también fueron anteponiendo barreras a las consuetudinarias relaciones que entrelazan a las poblaciones de lado y lado, desde siempre.
Hoy renacen las esperanzas en las que podremos establecer una efectiva hoja de ruta en la reintegración mediante actos ejecutivos de cada parte para incorporar actividades de una frontera común similares, por ejemplo, a la de Leticia / Tabatinga; relaciones positivas, que ahorren protocolos engorrosos en mutuo beneficio de los originarios en sus sitios.
Los raizales son los representantes idóneos en posiciones adecuadas y estratégicas para desarrollar con genuino interés la agenda de la Nación con objetivos específicos en el Caribe Suroccidental, para ambientar y conducir temas inaplazables en la sostenibilidad de la Reserva de la Biosfera Seaflower, hoy más que nunca, con potenciales características transfronterizas.
La pesca artesanal de los raizales en la Zona Económica Exclusiva asignada por las decisiones de la Corte Internacional de La Haya, o las medidas pertinentes para hacer viables y expeditos intercambios comerciales entre el Archipiélago y los territorios vecinos, son solo algunos de los temas prioritarios de esta agenda común y necesaria.
Los raizales son por ancestro y tradición una cultura Creole. Tienen de manera innata, una alianza con el Gran Caribe y sus manifiestas raíces africanas se extienden a la hermandad y a compromisos de convivencia pacífica con los pueblos y con la preservación del medio ambiente que es su hábitat, en búsqueda de condiciones para un mejor vivir.
Es la hora de retomar en forma generosa las relaciones con nuestros antiguos vecinos, más allá de fronteras ideológicas, para –además de estrechar lazos diluidos en el tiempo– atesorar una nueva era, plena de vínculos culturales, académicos y comerciales, que pongan a nuestra región a la altura de los índices más deseables y sustentables de cooperación global y fraternal.