El anhelado sueño de que la vieja y querida Casa de la Cultura de North End vuelva a tener su sede propia está cada vez más cerca de convertirse en una realidad. Una palpitante certeza en los corazones de todos los que pasaron allí inolvidables momentos aprendiendo a pintar, a tocar un instrumento o, simplemente, a consultar textos en su Salón del Mar frente al maravilloso paisaje de Paradise Point.
Por allí pasaron y se desarrollaron formaciones musicales como Bahía Sonora, las bandas Intendencial y Juvenil, Los Legendarios, The Rebels H.B. y muchos otros. También, jóvenes artistas plásticos, artesanos, escritores, poetas, intelectuales, productores musicales y audiovisuales, directores de teatro y un sinnúmero de personajes que movilizaron todas las expresiones culturales de las islas en el mejor y más amplio sentido de la palabra.
Allí nacieron el Festival de Calypso ‘Bill & Mary’ y el célebre Green Moon Festival; pero también los encuentros de Coros Religiosos y de Colonias Residentes en un ejercicio de indulgencia étnica y espiritual tan necesario como ejemplar en estos tiempos de intolerancia cerril. Se crearon alianzas, se forjaron asociaciones, se estimuló el rescate de saberes ancestrales, pero también, la creatividad y la investigación…
Por todo esto y mucho más, la vieja y querida Casa de la Cultura debe tener la oportunidad de renacer en medio del mejor ambiente posible: en armonía y fraternidad solidaria; lejos de fatigantes confrontaciones burocráticas y mucho menos politiqueras. Para eso también su presidente Samuel Robinson Davis debe ser rodeado y acompañado en su gestión de recomponer el entramado vital de su organización.
Buscando, eso sí, un ejercicio sostenible de la institución cada vez más independiente soportado en proyectos claros, trasparentes y productivos de la mano de entidades y herramientas como el Programa Nacional de Concertación Cultural y otros también del ámbito nacional e internacional, nichos a donde hay que saber llegar para sacar el mayor rédito posible a cambio de una entrega total, con alma y vida.
Bienvenidos, entonces, a la nueva Casa de la Cultura, en la que una renovada generación también se tendrá que hacer cargo de los procesos de innovación necesarios para imprimirle esa velocidad que está pidiendo a gritos desde su colectividad adormecida por años de frugalidad institucional y ausencia de compromiso gubernamental.