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Invitados a estrenar vestido

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SANABRIA.OBISPOAlgunos acostumbran a estrenar vestido por estas épocas. De eso nos habla la Palabra de Dios de este segundo domingo del tiempo de adviento. El profeta Baruc pide a “Jerusalén, despójate del vestido de luto y aflicción que llevas, y vístete de las galas perpetuas de la gloria que Dios te concede”. (Ba 5, 1)

El motivo es que Israel regresa a Jerusalén después de un largo y doloroso exilio. El traje nuevo es el vestido de la justicia de Dios, adornado con una diadema de la Gloria divina.

Juan el Bautista, por su parte, es presentado por san Lucas invitando a su pueblo a estrenar el vestido de la conversión, y se pone en la tarea de recorrer toda la comarca del Jordán bautizando y llamando a todos a estrenar traje; el motivo es la llegada del Señor que viene a traernos la salvación. Desde luego que no se trata de un traje externo para lucir bellos, sino de un traje espiritual para lucir santos. Revestidos de ese vestido de la conversión nos permite lograr dos cosas muy grandes, poder ver la salvación del Señor y alcanzar todo el esplendor de nuestro ser.

Como se trata de un traje espiritual, un vestido que va por dentro y embellece nuestra vida, entonces estamos hablando de un estilo de vida. Es necesario aprender a vivir de otra manera, renunciando a todo aquello que nos impide ver al Señor y dar la gloria y alabanza a nuestro Dios. Ese nuevo estilo de vida debe tener en cuenta cuatro acciones que el Bautista, haciendo eco al profeta Isaías nos marca de manera muy puntual.

Primera acción, preparar la casa. Las visitas importantes se preparan. El acontecimiento para el cual nos preparamos es la venida del Salvador. Su llegada a nuestra vida, a nuestra familia y a nuestro mundo debe ser preparada, anhelada, esperada y vivida con inmensa alegría. Jesús viene a ayudarnos a transformar nuestra historia. San Lucas menciona a los dirigentes de turno, para hacer notar que es en ese momento histórico donde se debe hacer notar la presencia salvadora de Jesús. Hoy nosotros, tenemos otra historia, y Jesús viene a compartir los desafíos del momento presente y a darnos la fuerza de su amor, para que pongamos ilusión y esperanza ahora que tanto lo necesitamos

Segunda acción, allanar la vida. Con frecuencia en nuestra existencia se van formando pequeñas colinas que poco a poco crecen hasta hacerse grandes montañas de pecado, de intereses egoístas, de soberbia, de vanidad, de afán de acumulación de riquezas. Es como una maleza que daña y que hay que erradicar. Tenemos que allanar esas montañas porque de lo contrario, no habrá paso para acoger al Salvador que viene

Tercera acción, rellenar vacíos. También en nuestra vida puede haber vacíos en la escasa práctica de nuestra caridad cristiana; vacíos en responsabilidades no cumplidas; vacíos en la vivencia de la fe, por cuanto nos hemos alejado de Dios o enfriado en la práctica religiosa; vacíos por el sinsentido de la vida que nos atrapa y nos deprime; vacíos en el compromiso social a causa de nuestra indiferencia. Son bajonazos que impiden nuestra entrega generosa. Esos vacíos hay que rellenarlos de fe, esperanza y caridad. Jesús quiere que en nuestra vida florezcan las virtudes cristianas para llenar los vacíos existenciales, y para embellecer nuestro espíritu.

Cuarta acción, enderezar el camino. No es extraño encontrar cosas torcidas en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra sociedad. Podemos estar llevando negocios torcidos; amistades que nos sacan del camino del bien; sentimientos que distraen nuestros compromisos adquiridos; deseos que hacer torcer nuestro caminar. La rectitud debe ser una característica fundamental de la vestimenta del seguidor de Jesucristo.

Juan el Bautista se puso en la tarea de estrenar su vestido para que cuando llegara el Señor, lo encontrara dispuesto para entrar al banquete de fiesta. Se fue al desierto a preparase con ayuno, oración y meditación. Se exigió profundamente hasta allanar su soberbia, y poder reconocer que Jesús tenía que crecer y él tenía que menguar. Se propuso llenar su vida de Dios, y llenar también el corazón de sus paisanos. Y su vida fue recta, por lo que Jesús dirá después que, de los nacidos de mujer no hay ninguno más grande que Juan.

Qué bueno que lleguemos a la navidad estrenando el vestido de la conversión y que de nosotros se pueda decir que “Llegarán al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios (Fil 1)

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.

 

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