A fines del mes de junio nos visitó Leyner Palacios Asprilla, líder social chocoano miembro de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. Recibió informes de organizaciones civiles y trabajó con la Autoridad Raizal, “de cara a la profundización de las tesis que queremos mostrarle al país”, dijo el comisionado.
La visita dejó en el ilustre visitante "una sensación agridulce, porque realmente yo no me esperaba que este territorio, [...] tuviera tal nivel de inequidad y de presión sobre su medio ambiente”. Su voz es de indudable autoridad, y ante el silencio de autoridades, líderes y medios de comunicación, no queda más remedio que bajar la cabeza y aceptar que el pueblo insular vive una desigualdad desbordada. “El que calla otorga”.
Siendo así, ¿qué sería lo que halló Palacios en este “paraíso terrenal”, que le dejó sabor agridulce en el alma? Tratemos de precisarlo, porque aquí nadie dice nada. Tengamos presente que equidad e igualdad no son antónimos, pero tampoco sinónimos. Igualdad es tener todos lo mismo, en tanto que equidad es tener las mismas oportunidades. Los gobiernos populistas son duchos en eso de que todos tengan lo mismo, y en el vecindario vemos las consecuencias.
Como la equidad puede abarcar muchos campos, detengámonos en lo educativo y miremos lo que en este tema pudo haber producido en nuestro ilustre visitante chocoano ese “sabor agridulce” y del que nadie aquí quiere hablar.
Entre los Objetivos de esarrollo sostenible, el número 4 busca “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”. Traducido, esto quiere decir que en estas islas la educación de nuestros niños no es equitativa así no lo acepten los profes sindicalistas y las autoridades se hagan las de la vista gorda. Dos botones para la muestra: hay escolares que llegan a la Escuela bien nutridos y equipados para el trabajo escolar; pero la gran mayoría de los niños de la educación pública, ni lo uno ni lo otro. Entonces se inventaron el PAE, se regalan tabletas y “puntos” de conexión a Internet.
Pocos niños encuentran unas edificaciones apropiadas y bien dotadas para el trabajo escolar; muchos, de menos recursos, pasan su tiempo escolar en edificaciones vetustas, deterioradas y carentes de servicio básico de agua, por ejemplo. Como si fuera poco, la edificación debe ser compartida con una segunda y hasta tercera jornada porque la demanda de aulas supera con creces la oferta, privando a los niños de la doble jornada.
Ante esta evidente inequidad, ¿qué hacen nuestros aguerridos congresistas, líderes, políticos y de los otros, para erradicar esta condición infame de nuestros escolares? Por lo que dice don Leyner, más bien pocón, pocón.
Así haya aumentado la cobertura en el país, (aquí la deserción escolar estremece), con Sonia Esmeralda Rojas Rojas, docente investigadora de la ESAP, hemos de coincidir en que no es que “el problema de desigualdad se haya acabado, por el contrario, las desigualdades asociadas a las desventajas sociales siguen latentes hasta nuestros tiempos”. Es que “a mayores indicadores de pobreza, mayores son las barreras de acceso a la educación que debe enfrentar la población”. Eso explica que Colombia sea uno de los países más inequitativos del mundo con tendencia a empeorar, pues en 2017 tenía un Índice Gini de 50 y en 2019 fue de 51,3
La situación se puede revertir como los han hecho otros países, solo se requiere voluntad política. Es el caso de Canadá, muy bien rankeado en las Pruebas Pisa, educación de excelente calidad gratuita para todos en primaria y secundaria, pues el Estado asume la responsabilidad de que todos accedan a la educación. El 7% del PIB es destinado a Educación (claro, no se roban la plata como en el PAE, por ejemplo), a ello se agrega el aporte del 15% por parte del gobierno federal.
En Colombia la educación es un negocio y arma de extorsión de ciertos sectores. La calidad de los resultados escolares en Canadá nada tiene qué ver son los estratos socioeconómicos. Los maestros participan activamente en la elaboración de un currículo pertinente, la selección de los maestros es rigurosa y la financiación equitativa.
Pasados dos años del cuatrenio de este nuevo comienzo, el panorama de inequidad educativa en el departamento no parece mejorar; por el contrario, vamos en caída libre pues parada toda actividad escolar cerca de seis meses por cuenta de la pandemia del Covid-19 y cerrada la Escuela por más de 18 meses por cuenta de las reivindicaciones de los profes sindicalistas, sin dolientes y sin voluntad política para emprender el verdadero comienzo como se deduce de lo previsto en el PDD, no queda sino apretar los cinturones, tomar posición de choque y elevar plegarias al cielo.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.