Aunque para efectos de estudio y comprensión se puedan separar los conceptos cultura e identidad, esto en la realidad no se da, pues son conceptos estrechamente interrelacionados e indisociables en sociología y antropología. Y esto es así porque la identidad sólo se da en la apropiación distintiva de ciertos hechos culturales del entorno social, en nuestro grupo o en nuestra sociedad.
“La primera función de la identidad es marcar fronteras entre un nosotros y los “otros”, y no se ve de qué otra manera podríamos diferenciarnos de los demás si no es a través de una constelación de rasgos culturales distintivos […]. Por eso suelo repetir siempre que la identidad no es más que el lado subjetivo (o, mejor, intersubjetivo) de la cultura, la cultura interiorizada en forma específica, distintiva y contrastiva por los actores sociales en relación con otros actores”, afirma sin titubeos Gilberto Giménez, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Establece la Ley 725 de 2001 que el 21 de mayo de cada año se conmemore en nuestro país el día nacional de la Afrocolombianidad, mirando “la necesidad que tiene la población afrocolombiana de recuperar su memoria histórica […]”. Y esa memoria histórica, por lo menos en estas islas, antes que recuperarla deberíamos estar preocupados de no perderla, porque solo se recupera lo que se ha perdido, según define la RAE: Recuperar “Volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía”.
Nuestro vigente Plan Departamental de Desarrollo (PDD) dice que lo “que busca […] es lograr recuperar la identidad étnica de nuestros ancestros que nos permitan establecer parámetros por medio de la historia y origen de las raíces y tradiciones en el enfoque cultural del departamento” (sic), afirmación que tiene tanto de largo como de ancho a la luz de la definición de “recuperar”.
El PDD reconoce que no existen programas “que propicien el emprendimiento cultural y lo potencien como una actividad no solo de conservación y preservación del arraigo cultural […]”. De ser cierta la quejosa afirmación estamos ante un crimen de lesa cultura; una omisión, igualmente grave, de cumplimiento de deberes. Pero en esta cultura del “Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même” (¡ay, Monsieur Vincent de Gournay!) que no nos deja respirar y que por contera sirve de caballito de batalla para cada candidato de turno, las cosas ni cambian ni cambiarán. Si no, que digan ¿qué se habrá hecho desde el palacio de los corales por la cultura étnica raizal en estos 17 meses de vigencia?
El Programa 2 del eje 1: Apoyo a emprendimientos culturales como elemento de reconocimiento de nuestra identidad del PDD, “[…] busca apoyar iniciativas de emprendimientos, expresiones artísticas culturales en la cual participe la comunidad raizal, generando un programa de estímulos con iniciativas de proyectos que beneficien su entorno y su región”. ¿Qué avances podrá contar al respecto el Consejo Departamental de Cultura y de Patrimonio Cultural?
Seguramente nadie dudará que una Casa de la Cultura, es el espacio propicio para el desarrollo y fortalecimiento de la cultura e identidad de una comunidad; pero aquí pareciera que vale menos que los huevos del minCarrasquilla, pues a la fecha no existe Casa de la Cultura.
En febrero de 2016 se adjudicó licitación de la Casa de la Cultura de North End al consorcio Arquitectura para la Cultura (¿es el que valía 8.947 millones de pesos?). En otro acto, en septiembre de 2018 “se llevó a cabo la siembra del primer árbol que da inicio a la construcción de la Casa de la Cultura de la isla de San Andrés”, advierte la UNGRD. Este regalo a la comunidad isleña tiene un costo de $10.000 millones de pesos, argumentándose que “La Casa de la Cultura de North End es (¡cómo es, si no existe!) el espacio más representativo del pueblo raizal, toda vez que es el lugar más emblemático para toda la población ancestral del archipiélago”.
El 8 de enero de 2021, según cuenta este periódico, el ministro de Cultura, Felipe Buitrago comentaba: “Justamente antes de reunirnos pasamos por el terreno, a mirar el sitio, estaba lloviendo, pero era evidente que ya había una intervención y que se está haciendo el trabajo para la cimentación de acuerdo con los estándares establecidos”. Para llorar: “se está haciendo el trabajo para la cimentación de acuerdo con los estándares establecidos”, tres años después. ¡Por favor!
Como dice nuestro himno, aquí nos tienen soñando en nuevos y arrebolados amaneceres y tejiendo ilusiones “sobre el silencio azul del mar”, desde siempre y hasta las próximas elecciones. Y en silencio también celebraron nuestros niños la efeméride de la afrocolombianidad o raizalidad (como quiera que se llame), pues la Escuela continúa cerrada con sus docentes construyendo país fuera del aula.