La frase anterior la escuché en la serie ‘New Ámsterdam’ para referirse a la muerte por un disparo de un adolescente afrolatino en las calles de New York, a pesar de todos los esfuerzos médicos y familiares por salvarle la vida. Es decir, la violencia es un fenómeno mundial y ni las grandes potencias mundiales escapan de esta problemática.
En 27 kilómetros cuadrados creemos que es un territorio demasiado pequeño para vivir con la zozobra y el dolor de cargar con muertos por heridas de bala. Buscamos culpables, y causas, con voz fuerte las enumeramos en redes sociales, siendo inclusos demasiado irrespetuosos con los familiares y las víctimas en nuestros juicios de valor.
El mensaje que transmite “La bala hizo mejor el trabajo” es que se debe reconocer que hay esfuerzos institucionales, policivos, familiares y personales para una cultura de la convivencia pacífica, evaluar si estos son suficientes o no, corresponde a un trabajo colectivo de mirar que mejores estrategias podríamos implementar.
El punto es, que mientras vivamos en sociedades donde las armas están a merced de cualquiera, todos estamos expuestos a correr con la desafortunada suerte de caer por este flagelo. Los estudios han demostrado que algo tan pequeño como una bala tiene un nivel de letalidad y daño que es realmente un esfuerzo sobre humano sobrevivir a una herida que comprometa órganos vitales.
Por lo anterior, llamo a la reflexión de que debemos hacer nuestros mayores esfuerzos para vivir en una sociedad con menos armas, sabemos que esto va de la mano de las economías ilegales que por décadas son una de las fuentes económicas de las islas, ¿debemos dejar de ser tolerantes frente a estas? No obstante, también hay ciudadanos ‘de bien’ que promueven y usan armas de autoprotección, que ya han ocasionado accidentes fatales que han involucrados menores de edad.
La metáfora de la muerte de Abel en manos de su hermano Caín, que nos expone la Biblia, es un llamado a comprender como la violencia puede ser parte de las respuestas que damos los seres humanos ante amenazas, pero creo que la humanización es un llamado a la renuncia de las formas violentas para la resolución del conflicto.
En este sentido, es importante que nos eduquemos como ‘pacificadores’ entendido esto como seres que podemos resolver nuestros problemas renunciando el uso de la violencia, en todas sus formas, incluso las comunicativas y psicológicas.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.