La pintura en su significado esencial, es el arte de la representación gráfica en una superficie determinada, sea un lienzo, un papel, un muro, o incluso, un transformador callejero de la energía eléctrica. Este último, es el caso que nos ocupa hoy: estamos frente a un creador –Jair Márquez– que visualizó el ejercicio de convertir un deslucido elemento urbano, en un objeto amigable con el paisaje. Como dice él mismo, entre risas: “poner cosas feas, bonitas”.
Márquez es un pintor moldeado en San Andrés, dedicado a este oficio desde que descubrió que era su pasión en la escuela. En aquellos años, dándole rienda suelta a su talento, plasmando su afecto en cada obra nueva que realizaba, evolucionando y perfeccionando su técnica; llegó a especializarse hoy en la cultura nativa, sus paisajes, sus costumbres, su color.
“Siempre he buscado la oportunidad de mostrar estas expresiones. La cultura isleña y sus diversas manifestaciones. Hay elementos que tienen mucha fuerza: la arquitectura, la música y sus danzas típicas, la gastronomía… ”, enumera Márquez, mientras intenta explicar la suma de afectos vinculantes que experimenta cada vez que plasma sobre una superficie el medio ambiente donde creció.
Los colores y tonalidades del Caribe son las que colman su atención. Poder expresar, por ejemplo, el sentir de la gente de mar que transmite emociones especiales día a día. Y en ese mismo sentido, reconoce haberse estimulado en cada uno de los grandes artistas de las islas, que como él mismo evoca, hallaron en San Andrés su fuente de inspiración: “tomo ideas y trato de aportarle siempre algo más”, reflexiona.
Embellecimiento urbano
Como parte de un proyecto que busca transformar visualmente el centro urbano de San Andrés, muchas veces opacado por estructuras grises e inexpresivas, a Márquez le fue confiado el trabajo de cambiarle la imagen a los armarios de los transformadores callejeros ubicados allí ubicados. Esta idea –compartida con él por la publicista Tatiana Trusendi– fue acogida por la gerencia de la Sociedad Productora de Energía, Sopesa, financiando un proyecto que le aportó arte y color a la zona del Town y North End.
De esta forma, un total de 11 estructuras fueron pintadas con diferentes temas alusivos al archipiélago y su cultura, como las tradiciones musicales, gastronómicas, fauna y flora y, por supuesto, la presencia de la vieja y querida Providencia.
“A revivir el arte en las islas”
De acuerdo a su apreciación, “es necesario visibilizar más a los artistas en San Andrés; hay muchos que no son reconocidos y que han trabajado arduamente”. Bajo esta premisa, sostiene, los gobiernos deben no solo promocionar el arte, sino incentivarlo, en todos sus sentidos, pues hay muchos que quieren exhibir su talento, pero “no hallan canales de verdadera expresión”, afirma.
Se necesita cultivar en las primeras generaciones esta pasión, proyectarla. Hacer escuela por medio de talleres de formación y buscar un relevo generacional. Para eso, entre otras cosas, es que está haciendo falta la Casa de la Cultura de San Andrés, donde se moldeó gran parte del talento isleño.
Por ahora, Márquez continúa con la misión de aportar su destreza a la causa del arte y espera –en un plazo no mayor a dos años– realizar su primera exposición, con unas 25 obras de formato convencional. Toda una proeza en medio de la coyunta actual. Mientras tanto, sigue ‘componiendo’ el entorno urbano, como en el restaurante italiano (frente a la plazoleta del Banco de la República), donde por estos días lo hallamos pintando escenas mediterráneas, pero eso sí, con su inconfundible color Caribe.