Los habitantes de San Andrés tenemos en escencia dos puntos de encuentro común: el centro y las playas. El control de estas dos zonas de riesgo para el contagio por Covid-19 ha sido hasta ahora clave para contener la pandemia en la Isla. Las playas cerradas y vigiladas, salvo por algunos brotes de insiciplina, han permanecido prácticamente como un espacio vacío.
El centro también ha permanecido controlado, con una estrategia exitosa que ha cortado desde los barrios, desde los diferentes sectores de la Isla el suministro de gente que lo sature, pero aún más importante, en el centro todos nos hemos portado a la altura, salvo algunas excepciones, las medidas de desinfección en la entrada a establecimientos, el aforo y sobre todo el uso generalizado del tapabocas, han funcionado.
Esta ‘cultura de la pandemia’, en el centro de la ciudad, la debemos conservar y reforzar quizás con avisos grandes del número de personas máximas permitidas en cada establecimeinto para un mejor control colectivo y otras medidas que las autoridades podrían implemetar.
Pero en los barrios, sobre todo en sus calles menos transitadas el asunto es otro y es que como bien plantea el profesor Delfin Ignasio Grueso en un reciente artículo en el medio de comunicación Razón Pública, se debe tener en cuenta la diversidad en la vivencia socio-espacial en las medidas para frenar esta pandemia y realidades como, por ejemplo, que ‘la calle es la extensión de la sala’ para muchos de los habiitantes de esta Isla.
En efecto, para muchos llegar a casa significa llegar a la cuadra, llegar al vecindario y no estrictamente a los límites marcados por los muros de su vivienda.
Este extraordinario espacio de convivencia extramuros hoy plantea un desafío importante para la medida más efectiva contra la propagación de este virus, como lo es el confinamiento. Pues si en Bogotá un renombrado equipo de epidemiólogos y asesores le recomendaron a la alcaldesa el aislamiento no de individuos sino de familias en caso de positividad del Covid-19, casi que podría asegurar que aquí en mayoría de barrios recomendarían aislar el vecindario entero por cada positivo.
Parece inmimente entonces plantear dede ya un escenario de cuarentenas estrictas por sectores e incluso por barrios, teniendo en cuenta que agosto en su primera mitad ya muestra una tendencia exponencial de crecimeinto y además se tiene planeado abrir en septiembre rutas aéreas con ciudades focos de infección en el país como Bogotá y Medellín.
En las condiciones de convivencia planteadas en algunos barrios que además cuentan con tal alta densidad poblacional y habitacional y con carencias en el suministro de agua para cosas tan escenciales como lavarse continuamente las manos, creo que estas medidas se tienen que iniciar a la primera y mínima sospecha de un brote que pudiera salirse de control en algún sector o barrio, eso si, garantizandole a sus habitantes que no pasarán hambre encerrados en sus casas.
Pero desde ya, ¡ya!, se debe reforzar en los barrios medidas básicas como el uso del tapabocas. Me refiero a donaciones masivas de este elemento básico de la nueva canasta familiar, el distanciameinto social (si es que eso es aplicable en términos reales en algunos vecindarios) e incluso la instalción de lavamanos satelites…
Recuérdese que en esta pandemia se trabaja con 15 días de atraso, es decir, ya no tenemos control de agosto, pero si podemos trabajar para evitar un septiembre amargo.