En nuestro quehacer cotidiano se tienen claras cuáles son nuestras necesidades básicas, algunas de ellas satisfechas, otras no. Depende de la percepción que se tenga sobre el entorno es que se puede evaluar cómo se está participando activa, pasiva o negativamente en la conservación del vínculo entre la naturaleza y el ser humano, específicamente en la Reserva de Biosfera Seaflower, donde vivimos.
Partiendo desde el individuo, sin importar raza, credo, género o edad, se puede comparar con un ‘punto’. Un ser viviente y racional, con derechos y deberes que interactúa con otros similares. Allí tendríamos una ‘línea’, que no es más que una sucesión de puntos.
Diferente al ‘área’, puesto que al interior de esta figura geométrica se encuentra una serie de individuos que igual que cualquiera de nosotros cuenta con derechos y deberes; a su vez, tienen un propósito en común: preservar vida, honra y bienes; son una comunidad.
Hasta aquí es que se puede decir que se ha tenido una visión antropocéntrica, es decir vista desde el ser humano hacia el ser humano, su patrimonio cultural o económico. No obstante, esta mencionada área, bien sea rectangular, cuadrada, circular, ovalada o lo que sea tiene dimensiones definidas. Pero por omisión, se desconocen cuáles son los efectos de las actividades humanas dentro del mismo entorno.
Cuando el individuo es consciente de lo que está bien, o de lo que no lo está en su relación con otros ecosistemas se podría decir que su percepción ha dejado de ser ‘plana’; se observa un volumen con largo, ancho y profundidad, es ecocéntrico, en pocas palabras: sus valores están centrados en la naturaleza.
Pero no basta.
Un gran porcentaje de las actividades humanas en la Reserva de Biosfera desconocen el derecho moral que merece todo ser vivo. La palabra biosfera se descompone: Bio, que está relacionado con los seres vivos. Esfera: cuerpo geométrico limitado por una superficie cuyos puntos están todos a igual distancia de uno interior llamado centro. Para éste caso, parte viva (que se conozca) del planeta tierra.
Y aquí viene lo mejor: reto a cualquiera a que justifique en términos biocéntricos si el emisario submarino dirigido al mar con 25 galones / segundo es digno de ésta reserva. ¿Si fumigar contra el dengue a sabiendas de la muerte de otras especies como la mariquita lo es? ¿Lo será la tala o quema indiscriminada en zonas de bosque nativo? ¿Lo será cuando tú mismo contratas la construcción de un pozo séptico que se filtre hacia el subsuelo?
El punto final es que la R.B. Seaflower representa para el mundo, el país y para los mismos pobladores de las islas del archipiélago, una esperanza de vida tal como la conocemos; derecho que tanto tú como las demás criaturas merecemos. ¿Quién te ha dado la autoridad de privarnos de éste derecho?
*miembro fundador de la ONG Help 2 Oceans Foundation
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen.