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La cajita de chicles

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JORGE.SANCHEZEs usual que a raíz del cierre del turismo y la reducción en algunas actividades humanas, se piense que los ecosistemas en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina “se han vuelto a recuperar” durante éstos mal contados 100 últimos días; nada más traído de los cabellos que tratar de ocultar la realidad de sesenta años de impacto ambiental y que se puedan restaurar en tan escaso tiempo.

Lo que sí es visible es que, durante los últimos días, las especies hayan recuperado espacios que se encuentran dentro de lo llamado frontera genética, es decir que por herencia, recuerden hasta donde han sido los límites y conforme se ha frenado o reducido la presión humana, pues sencillo, sin temor van hasta donde saben que está el alimento. De allí que sea posible ver más peces en las bahías de North End o Spratt Bay.

Pero, pensar que se ha obtenido el gran logro de restaurar el ecosistema es similar a darle una caja de chicles a tu hijo y decirle “masque hijo” en cambio del correspondiente almuerzo.

Comencemos por definir términos: se habla de “acciones tendientes” a la rehabilitación que es eliminar o reducir las fuerzas impacto negativo para que la naturaleza pueda realizar su función. El ejemplo clásico es la extracción de las veinte toneladas de residuos sólidos extraídos del mar en lo llamado Iniciativa Bajo Tranquilo.

Diferente a la siembra de semillas de coral donde se da un impulso, se propicia, a que la naturaleza misma, con el tiempo, vaya restaurando el ecosistema por sí misma. Si rehabilitar es costoso restaurar el carísimo y toma tiempo, Por todo lo anterior es que se habla de preservación, conservación, buen uso, uso amigable.

El visitante busca, antes que todo, un atractivo por el cual valga la pena hacer el gasto, bien sea arte, arquitectura, paisaje, culinaria, avistamiento de alguna especie hasta llegar a extremos como nevados y casinos, entre muchos más.

No es de extrañar encontrar destinos donde la visita a un lugar tenga cobro, sucede en Isla del Coco y demás parques de Costa Rica, Bonaire, isla Galápagos, en lo nacional Parque de Los Nevados, Bioparque Ukumari, Cañón de Chicamocha, La Maracarena, entre otros.

En caso del archipiélago se hace cobros que se utilizan para conservar estables a Johnny Cay, Mangrove Old Point en San Andrés y el Parque Old Providence Mc Bean Lagoon de la hermana isla.

Otro medio de proteger, conservar y dar sostenibilidad económica está en la emisión de oxígeno y la reducción de la huella de carbono, esquema que si bien permite mantener praderas marinas y manglares también aporta en la protección de zonas costeras.

En éste orden de ideas, la biodiversidad de las islas e islas cayos del archipiélago incluyendo los mantos de coral y las barreras arrecifales ofrecen un amplio abanico de oportunidades para promover el turismo y a la vez ser enmarcadas dentro de lineamientos que permitan ser operadas con el cobro de una tasa por uso y así asegurar la sostenibilidad del mismo ecosistema.

* Socio fundador de la ONG Help 2 Oceans Foundation 

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen.

 

Última actualización ( Domingo, 05 de Julio de 2020 10:24 )  

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