Llegó para participar en la campaña libertadora de las Américas contra el imperio español, pero equipado con una patente de corso se dio el lujo de cumplir la doble función de corsario y de figura importante en la emancipación de Colombia, siendo las islas las primeras tierras neogranadinas en ser libres.
Así, el francés Luís Aury dio inicio a un proyecto político-militar que inició un nuevo ciclo en la historia de las islas al asegurarlas para Colombia. La nueva nacion las hereda del imperio español, pero pudieron haber tenido un destino diferente, como tuvieron las de Corn Islands que también se heredaron pero nada se hizo cuando Nicaragua las tomó.
El destino de San André, Providencia y Santa Catalina hubiera podido ser diferente si Aury no las hubiera asegurado para un país que las ha tratado desde entonces con ciclos de interés con control centralizado, abandono y desinterés.
Siempre ha habido lo anterior y algo agridulce en las relaciones de Colombia con las islas que después de 196 años en vez de progreso y esperanzas han recibido más bien serios desequilibrios sociales, culturales ambientales, políticos y económicos, que ahora están en su punto más crítico.
Hubo interés por su posición estratégica cuando se luchaba contra España pero esto se esfumó cuando Colombia se centró en sus guerras civiles de tinte ideológico que terminaron (¿?) al final del siglo XIX. Es entonces cuando por fin el país les presta más atención, pero las comienza a moldear ‘a su manera’ (de identidad latina) y se inician los problemas de asimilación para la etnia raizal.
En uno de esos periodos cuando importaban poco las islas, Colombia las quiso vender a los Estados Unidos como parte del paquete de Panamá, aunque esa pérdida también hizo que algunos sectores trataran de asegurar más la integridad del país con las islas incluidas.
Plan Archipiélago
Una pérdida reciente, la de casi todas las aguas que históricamente considerábamos nuestras, propició un acercamiento y una compensación con millones de dólares pero se da otro ciclo de desinterés en los destinos de las islas, que unido a la corrupción y los malos manejos que sólo los sufridos isleños veían y sentían, hacen desaparecer la mayor inversión pública sin dejar rastros de notar. Este ciclo termina con el Gobernador Ronald Housni Jaller suspendido.
Desde el inicio colombiano de las islas en 1822 se dan esos procesos agridulces y altibajos cuyos efectos aún vivimos hoy día con la crisis de la salud y la inseguridad.
No sorprende por lo tanto el rechazo de muchos raizales a su propio país por todo ello como por el proyecto de identidad nacional de un país latino que aún no encuentra espacio adecuado para la cultura e identidad anglo-caribeña de lo raizal.
Esa cultura e identidad precisamente comienza a tomar perfil y forma durante los tiempos de Aury, aunque se había iniciado con la llegada de Francis Archbold en 1787 y otros colonos ingleses y escoceses con sus esclavos a cultivar en las islas.
Desde el principio Colombia se preocupó más por la asimilación de esos primeros raizales que por su bienestar social y económico. La ausencia de un párroco afectaba su ‘su salud moral y espiritual’. Importaba poco la suerte de sus cosechas, pero sí su lealtad porque vendían y compraban todo en Jamaica y en los Estados Unidos. Pero no tenían opción por el abandono colombiano.
Colombia nunca ha logrado ser consistente con las islas y sus políticas nunca han dado resultados favorables a las mismas. Su única política exitosa ha sido la de la ‘colombianizacion’ a cualquier precio que inició con ciernes casi 100 años después de la aceptación de las islas como colombianas. Una apolítica tan ‘exitosa’ que hoy día San Andrés casi no parece caribeña sino una copia de los barrios marginales de las grandes ciudades del continente.
Aury el visionario con un final infeliz
Aury fue un visionario producto de la Revolución Francesa y un desilusionado con los poderes monárquicos restaurados por Napoleón Bonaparte y su reintroducción de la esclavitud.
Tenía un firme ideal republicano. Se inspiró de la ilustración y en las revoluciones que sacudieron a Europa y llega en grande a un Caribe muy convulsionado por los efectos de la revolución haitiana y la independencia de los Estados Unidos, que comienzan a causar reordenamientos políticos e ideológicos en todos lados. Evidenció de primera mano y absorbió todo para un proyecto político que llevó a Providencia.
Los cambios ideológicos traídos por la Ilustración (libertad, igualdad y fraternidad) abogaban por un progreso diferente basado en la tolerancia, un gobierno constitucional, el poder racional y laico y por ende la separación de poderes entre la iglesia católica y el Estado, elementos contradictorios y arraigados en la lucha bipartidista que Colombia no resolvió sino muchos años después.
Todo esto comienza a ejercer presión contra la esclavitud que Aury detestaba, habiendo evidenciado la revolución haitiana que fue tanto anti-colonial, como anti-esclavista. La independencia colombiana sólo fue anti-colonial, pero la manumisión en las islas se tomaría como oficial en 1833 con el acta del Parlamento inglés que declara la esclavitud ilegal en las colonias británicas a partir el 1 de agosto de 1834, aunque se había prohibido el tráfico desde 1807. En el resto de Colombia la liberación de todos los esclavos se daría muchos años después el 1 de enero de 1852, habiendo sido aprobado por la Ley 2 de 1851.
Este hecho nos muestra la dependencia legal de los colonos a su país de origen y el abandono y desinterés colombiano en las islas. Además, unido al apego a su religión, su idioma y el mercado de sus productos, indicaba que prefirieron sellar sus destinos y los de las islas a su antiguo patrón colonial y el nuevo poder emergente norteamericano y no a la nación a la cual ahora pertenecen que en todo caso poca atención les prestaba.
En Providencia Aury impuso un gobierno liberal, no confesional, libera a los esclavizados y trata de crear una nación ideal, democrática, aunque falla porque al mismo tiempo ejerce una ocupación militar que facilitaría la incorporación formal a Colombia sin importar la opinión de los colonos británicos que luego resentirían esto acercándose más a Inglaterra para su protección y comercio.
Su proyecto político enfrenta realidades contradictorias porque implicaba encaminar a esos colonos (los primeros raizales) a ser parte de un nación que los discriminaba y desconfiaba de ellos por su religión y lengua distinta.
Una nación que no conocían y de la cual también desconfiaban (como lo atestiguan documentos enviados a Londres y a Bogotá, y el júbilo raizal por la toma británica de San Andrés en 1806). Nunca se sintieron a gusto con Colombia que las dejó a su suerte y la liberación de los esclavizados siguiendo el mandato británico señala que seguían sintiéndose británicos.
Sin embargo, había un interés personal de Aury y su gente en que las islas fueran parte de Colombia porque con los reordenamientos nacionales que se estaban dando en el Caribe, todo mundo quería un futuro asegurado y afincado en algún lado.
Ya la figura del pirata errante se había acabado y, como en la ópera de Richard Wagner ‘Der fliegende Hollände’ (El Holandés Errante) estos aventureros franceses, haitianos e italianos buscaban puerto seguro, firme y permanente y Colombia se los otorgó a cambio de asegurarle el archipiélago.
La adhesión de 1822
El gobierno formado por los ocupantes franceses en su mayoría, mediante un acto orquestado por Luís Perú de Lacroix con la anuencia de Bogotá, se adhirió a la nueva nación, que por fin tenía una Constitución unificadora, la de Cúcuta de 1821, el 23 de junio del año siguiente, hace 196 años, otra fecha cambiaría la historia de las islas.
Por la estabilidad y el respeto a sus bienes, los colonos ingleses que habían llegado siguiendo a Francis Archbold, se sintieron a gusto, lo cual facilitó el cumplimiento de la petición de Bolívar y Santander a Luís Peru de Lacroix de firmar un acta de adhesión.
Esos colonos ingleses mantenían vivas las islas, antes de la llegada de Aury y después de 1822, porque los españoles nunca se interesaron en ellas más allá por su posición estratégica y por la provisión de agua y refugio porque no tenían oro. Pero al poco tiempo esos colonos raizales se quejaban a Londres del abandono de la nueva nación.
Las ideas democráticas y las diferencias en estrategias militares de Aury lo alejaron de un Libertador ‘testarudo’ con ideas monárquicas, quien al fin lo echó de las islas. Pero Aury murió antes de hacerlo, aunque es dudoso si se hubiera ido. Providencia era lo suyo, él la aseguró, y allí se sentía a gusto.
Así fue enterrado como un héroe en Fort Warwick, pero sus restos fueron robados el año pasado (el 27 de abril de 2017) en un acto de sacrilegio impune. Aury no encontró ese puerto seguro que deseaba y dondequiera que esté estará conmocionado por la difícil situación por la que pasan las islas que tanto amó.
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Fort Warwick esconde muchas cosas de valor arqueológico e histórico, y por eso tiene la máxima figura de protección patrimonial en Colombia, pero ello no fue suficiente para que las autoridades se hayan interesado en esclarecer el crimen cometido por el saqueo, a pesar de haber amplia evidencia.
Es un insulto a Aury a quien le debemos tanto, como también al patrimonio raizal, isleño y colombiano. Pero si hoy es dudosa la suerte de los isleños vivos por la crisis de la salud, los restos de un extranjero muerto hace casi dos siglos importa mucho menos.
El proyecto político de igualdad, fraternidad, prosperidad y libertad que Aury tenía para las islas está lejos de ser una realidad, y le hizo una mala jugada 197 años después de su muerte.
(Este articulo fue publicado originalmente el 4 de julio de 2018, hace exactamente dos años)
