Mientras en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, como en otros departamentos colombianos, inician las campañas para la elección de gobernador período 2020-2023, los ciudadanos hacen seguimiento al candidato de su partido predilecto, observan los bombos y platillos con que se anuncian algunas aspiraciones o simplemente hacen caso omiso de la parafernalia.
Mientras tanto Esperanza, líder zonal de un sistema de ventas por catálogo para una reconocida empresa, está más preocupada por la situación de las islas que por quién votar; sin embargo escucha los diferentes comentarios a su alrededor.
‘Esperancita’, como la llaman de cariño, recorre un gran número de barrios de San Andrés en sus labores de visita a las suscriptoras, reincorpora clientas antiguas y establece nuevas relaciones, haciendo crecer el mercado.
En cada visita que ella realiza a diferentes sectores de la isla, escucha diversas opiniones de personas del común, sobre la inseguridad, alto costo de la canasta familiar, salud, escasez de agua, el futuro escolar de los hijos y el bullying en los colegios; y claro, el tema de moda por estos días: las promesas incumplidas de los candidatos una vez pasa la época electoral
“Ay doña Esperancita… ¡qué bueno que vino!”, le dice Fortunata, una de sus afiliadas. “Esta situación está cada día más difícil… la suerte es caprichosa, algunas veces es abundancia y otras no tanto; hay que hacer como la gallina, escavar y escavar para rebuscarse algo”, comenta.
Fortunata es hija de un comerciante venido desde algún país europeo, y como ‘ave de paso’ abandonó la isla en los años del cierre del Puerto Libre, dejando dos niñas, una casa vieja e hipotecada y un arrume de facturas por pagar, para nunca más saberse de su paradero.
“Me ha costado mucho en dinero y en tiempo volver habitable esta casa; reforzar las vigas y columnas, reparar las grietas; tuve que cambiar toda la tubería, el cableado eléctrico, modernizar los baños y cercar todo el patio porque el barrio se ha vuelto muy inseguro… ¡Ah! y me tocó pagar la bendita hipoteca al banco.
La vivienda está bien ubicada pero, aunque el barrio figura en estrato 4, la carretera principal de acceso está sin terminar, no tiene andenes y su alcantarillado es precario. De la conectividad para tener cámaras de vigilancia, ni hablar…
“¡Mija, qué herencia la que le quedó!”, responde Esperancita, asintiendo a lo que su interlocutora reniega de haber recibido, porque lo considera una ‘herencia que no deseada’.
Concluye la visita a Fortunata y en su recorrido de regreso a casa, doña Esperanza hace un breve recorrido mental de cómo han cambiado las cosas prácticamente sin darse cuenta.
“¡San Andrés está descuadernada! Mal planificada, con obras sin terminar y muchas otras más que quedaron como ‘elefantes blancos’; maltratada en sus finanzas, sobre-explotada e insegura. Una total ‘herencia no deseada’… ¡Qué chicharrón para quien se meta a gobernarla!”, expresa para sí misma.
Ahora la contienda electoral está en todo su furor. Esperancita y Fortunata buscan cada una, como los más de 100 mil residentes en la isla, cómo sobrevivir en una San Andrés cada vez más encarecida. Poco saben de los más de tres billones de pesos que engrosarán las arcas del gobierno local y si tal cantidad de recursos se verán representados en el bienestar del Departamento.