Mientras buscamos la ruta hacía la prosperidad en este nuestro archipiélago de muchas islas, debemos procurar aspectos cruciales que permitirán el avance en la implementación de la equidad, que no es otra cosa que el destierro de las discriminaciones por las razones que sean, de raza, color de piel, religión, creencias, pensamiento, condiciones sociales y económicas, procedencia, idioma, costumbres, formación académica.
Lograr equidad es un gran reto; requiere de programas sociales para eliminar la pobreza, incrementar la educación y estimular el emprendimiento.
Si no es cierto aquello de que el rico vive del pobre, en un territorio pequeño como las porciones terrestres en nuestras islas, debería ser efectivo un plan para combatir la inequidad.
El desequilibrio en el reparto de bienes y oportunidades genera violencia.
Otro pecado capital que impide la prosperidad está en el uso inadecuado de los recursos públicos y privados para la satisfacción las necesidades de la población que se resume en una palabra: ineficiencia.
El conocimiento aplicado en el mejor uso de recursos, bienes y servicios para un máximo aprovechamiento de los elementos disponibles en favor de la satisfacción de las necesidades generales de la comunidad, de manera sostenible y sustentable, es eficiencia en términos de administración y gobierno, igual que el fomento de oportunidades para la libre iniciativa.
Eficiente administración pública es ágil, trasparente, justo, equitativo y controlado; y buen gobierno es visión con liderazgo.
Gestión eficiente permite recorrer la ruta en la realización de los sueños comunes.
La corrupción sí que obstaculiza el recorrido por el camino de la prosperidad. La corrupción es el malamén, es tan malo, pero tan malo que los cristianos siempre le piden al Supremo al término de sus ruegos al Padre Nuestro:”… y líbranos del malamén”.
Kent Francis James