En noviembre del año pasado, la Secretaría de Educación hizo pública la exaltación del Ministerio de Educación Nacional al “trabajo de un grupo de docentes de San Andrés y Providencia durante el reciente Foro Educativo Nacional, celebrado en la capital del país”. Trabajo que, en el decir de la docente Dilia Robinson, concentró “el interés de la nación”.
Por su parte, “el secretario de educación del departamento Ripley (sic) Huffington, reconoció y agradeció el esfuerzo de los docentes, en sencillo pero significativo acto”.
No se menciona en qué consiste el trabajo que mereció tal reconocimiento, pero sí que se “busca fortalecer la etno educación (sic) en el archipiélago”; también dice que el grupo docente que se ha empeñado en sacar adelante el proyecto lleva cuatro años en ese propósito, y que con “la elaboración de cinco módulos (…) se enriquece, desde el aporte étnico, la formación académica”.
La nota concluye con una declaración en la que se siente una cierta inquietud por la posibilidad de que el trabajo haya sido en vano: “Ahora solo nos falta que todas las instituciones amplíen su espectro de aplicación de estos módulos; que no solamente sea recibidos dentro de las áreas de ciencias naturales sino que, como lo vienen haciendo algunas, trabajarlos desde otras áreas del conocimiento humano, en instituciones tanto públicas como privadas del departamento”.
Lo anterior coincide con el Informe McKinsey (2007) titulado “How the world’s most improved school systems keep getting better", que presenta un análisis de los sistemas educativos de más alto desempeño en el mundo. En él, Michael Barber (impulsor de la reforma educativa inglesa) y Mona Mourshed, sus autores, sostienen que una de las acciones que emprenden los sistemas educativos para mejorar el desempeño escolar es “mejorando la forma en que los profesores enseñan y los directores dirigen”.
La conclusión del Informe McKinsey viene al caso que comentamos, pues ‘el trabajo’ (llamémoslo así pues tampoco se conoce su nombre) de los docentes de la ínsula pretende mejorar los procesos educativos y formativos de nuestros niños en el Departamento, desde la etnoeducación.
Carente como está el estamento docente de dar a conocer los esfuerzos que realiza en beneficio de los niños que las familias les han encomendado, es esta una magnífica oportunidad y lo menos que se espera es que todos se apropien del trabajo realizado, como es el deseo de los autores del proyecto.
También debería ser el punto de partida para que experiencias exitosas de nuestros docentes salieran a la luz pública y fueran puestas a consideración de las comunidades educativas de otras regiones del país. No solo en las anuales jornadas de los ‘Foros Educativos’, sino en espacios menos coercitivos como lo es, por ejemplo, el Premio Compartir.
Es que no se trata de ganar u ocupar sitio en el podio de los ‘vencedores’; es cuestión de reconocer que se hace una labor meritoria y digna de exponerse, tanto más, cuanto el movimiento pedagógico de los maestros tiene a uno de sus dos fundamentos “fundado en el carácter esencial de la relación del maestro, con la pedagogía y la enseñanza y con el conocimiento y la cultura”, según lo pregona FECODE en sus ‘Tesis del movimiento pedagógico’.
Para nadie es un secreto el esfuerzo que muchos de los docentes en el Departamento hacen para favorecer a sus pequeños estudiantes. ¿Quién los oye? ¿Quién tiende la mano? ¿Tiene que llegar el reconocimiento de afuera para que a regañadientes los líderes de la educación departamental “en sencillo pero significativo acto” den unas palmaditas en el hombro? Y aquí recordamos a la docente Carmen García y ahora al profe Rojano y con él al “grupo de docentes” (¿por qué no tienen nombre?) que construyeron el ‘trabajo’ que acaparó la atención y el interés del país.
Aunque no es cuestión decidida lo referente a qué entender por calidad docente, como lo plantea María Verónica Santelices, de la Facultad de Educación, Pontificia Universidad Católica de Chile, se pudiera aceptar que como ‘valor agregado’ esta calidad docente se pudiera apreciar en el desempeño del niño en por lo menos dos períodos consecutivos; para ello, obviamente el docente debe estar abundantemente cualificado, pues es reconocido que “la calidad de la enseñanza es crucial para el aprendizaje de los alumnos”, que es lo que persigue, precisamente, ‘el trabajo’ de profesor Rojano y compañeros, y que para gloria de ellos, a partir de ahora “servirá de modelo para otras secretarías de educación del país”.
A los excelentes docentes y directivos docentes del Departamento, que no deben ser pocos, ojalá el gobierno y la comunidad educativa no los abandonen; y que ellos mismos hagan sonar sus voces y que su ejemplo quede expuesto a la vista de todos. Empieza un nuevo año y con él nuevos sueños y nuevas esperanzas.