Alguien describió la ciudad de Nínive como “la ciudad reina del mundo, poderosa y brutal más allá de toda imaginación; la cabeza de un estado guerrero construido a base del saqueo de los demás pueblos”. Su riqueza y fortaleza fueron “construidos mediante el trabajo forzado de innumerables miles de cautivos extranjeros”
Su ferocidad fue tal, que el profeta Nahúm “la compara con una guarida de leones, fieras rapaces que se alimentaban de la sangre de las naciones”.
Conmovido el Señor de tanta maldad envió a Jonás con esta orden: «Parte ahora mismo para Nínive, la gran ciudad, y clama contra ella, porque su maldad ha llegado hasta mí». Pero Jonás no hizo caso y prefirió “huir a Tarsis, lejos de la presencia del Señor”. Sin embargo, obligado por Dios, el profeta retomó su misión y las gentes pidieron perdón “desde el más grande hasta el más pequeño”; también el rey de Nínive “se vistió con ropa de penitencia y se sentó sobre ceniza”. Al ver la conversión de los ninivitas, Dios se arrepintió de las amenazas que les había hecho y no las cumplió.
Pronto olvidaron los ninivitas sus promesas y los líderes y gobernantes volvieron a las tropelías y el clamor del abatido estremeció el solio celestial. “El señor es lento para enojarse, pero es grande en poder y no deja a nadie impune”, e inspiró a Nahun la profecía sobre Nínive, conocida como la Endecha de Nahun: “Por compactos y numerosos que sean, ellos serán talados y desaparecerán”.
Fue tal la magnitud del desastre, que la historia de Nínive se borró hasta el punto que muchos eruditos habían llegado a creer que las referencias de ella en la Biblia y otras historias antiguas eran mitos, y que en realidad nunca había existido; hasta que en 1847 el arqueólogo británico Austen Henry Layard encontró las ruinas de la ciudad.
Las líneas anteriores registran los hechos históricos; por desconocerlos hemos repetido lo que debió ser cátedra magistral que nos preservara de caer en tales desvergüenzas. «El que no conoce la historia está condenado a repetirla». «The one who does not remember history is bound to live through it again».Esta sentencia hoy más que nunca cobra vigencia en esta comunidad insular.
Al igual que Nínive esta tierra tenía todo lo necesario y suficiente para ocupar lugares de preeminencia en el concierto nacional y regional; pero se prefirió dilapidar los talentos que se le entregaron y a la hora de la rendición de cuentas hemos visto nuestra desnudez moral y ética, como lo demostró la “operación Diez por Ciento”.
La historia reciente de nuestro Departamento está saturada de indelicadezas, torceduras y violencia contra los menos favorecidos y las comunidades indefensas. Así lo vemos en el comercio, la salud, la educación, y otros frentes de la vida de la sociedad sin que hubiera autoridad que corrigiera los yerros y aliviara los quebrantos. Como moderna Nínive aquí también se prefirió desechar los caminos Éticos y las sanas costumbres para trasegar las bravías aguas del enfrentamiento con la Ley.
Y así, quienes tenían la misión de evitar los excesos y morigerar las conductas (Escuela, Pastores y autoridades) prefirieron “huir a Tarsis, lejos de la presencia del Señor”. Y callaron. Callaron para desgracia de todos. El poeta argentino Horacio Guaraní así cantaba:
«Si se calla el cantor calla la vida/ Porque la vida, la vida misma es todo un canto./Si se calla el cantor mueren de espanto/ La esperanza, la luz y la alegría».
La deshonestidad y falta de compromiso con una “cultura de la legalidad” es cuestión generalizada, para desgracia nuestra, y nos hallamos “ante tendencias profundamente arraigadas en la cultura que afectan los códigos morales más profundos”, dice Eduardo Lindarte, de la Universidad Autónoma de Manizales.
Pareciera que las entidades pertinentes “no hacen mucho en la prevención y poco o nada a la hora de combatir las raíces sociales del problema”, concluye Lindarte. La Escuela, que tiene como Misión “el desarrollo integral de los educandos mediante acciones estructuradas encaminadas a: (…) Proporcionar una sólida formación ética y moral” a los estudiantes en todos los Niveles, no puede seguir pasando de agache y no sentirse aludida. Debe ayudar a construir comunidad moral y éticamente sana mediante acciones pedagógicas que abarquen lo cognitivo, lo emocional y lo axiológico.
Tristemente parece que ella también decidió “huir a Tarsis, lejos de la presencia del Señor”.
La pérdida de valores y de sentimientos de humanidad conlleva un elevado costo que se tiene que pagar. Y no es escondiendo lo que sucede como se va a corregir la ruta a seguir; es con valor civil y responsabilidad de cada quien en el sitio que tiene en el entramado social que se puede llegar a puerto seguro.