Nuestra economía insular se asemeja a un tanque de agua, un gran tanque de agua sobre un jarrón de porcelana muy antiguo. El tanque, corriente, de plástico, sin mucho valor; el jarrón, hermoso, una pieza única e irrepetible, extremadamente costoso.
Si se rompe el tanque, se rompe el jarrón, pues al colapsar el tanque romperá el jarrón, ya que ambos se han adherido por la presión del peso y los años.
El jarrón soporta un enorme peso, una labor para la cual obviamente no fue diseñado y aunque con fracturas, aún conserva mucho de su belleza y majestuosidad, pero si llegará a romperse, por más que se intente no podría repararse y perdería su valor para siempre.
Debido a que somos tantos y consumimos mucho, el tanque debe tener mucha agua, y esa agua en el tanque debe además mantener un nivel mínimo constante, un nivel para tener la suficiente presión en su tubería de salida, que permita que el agua llegue a todos, por lo menos unas gotas; aunque claro, hay quienes están más cerca del tanque y más gotas reciben, por la ley de fluidos, supongo.
Y esa agua que mantiene el nivel en el tanque, viene de afuera, por dos tuberías principalmente, y una de las tuberías, la más gruesa y que transporta más agua, está ubicada un poco más alta y aunque nadie da razón de quien puso ese hermoso jarrón para sostener ese tanque, esa altura que gana el tanque sobre ese jarrón es lo único que permite alcanzar las aguas que esta tubería más caudalosa transporta.
Y sí, es en serio, nadie da razón de a quién se le ocurrió o porqué se puso ese costosísimo y majestuoso jarrón a sostener ese pesado tanque de agua, muchos afirman que era lo único que había a la mano para sostenerlo, pero si ese era el caso, ¿Por qué no se ha construido nuevos soportes para apoyarlo y darle estabilidad al tanque? ¿Cómo se llegó a la conclusión que un costosísimo jarrón podría hacer de base de un colosal tanque de agua y hacerlo para siempre?
El misterio es doble; o triple, pues no se explica nadie como no ha colapsado esta particular ensambladura, y más inverosímil es esta historia, al conocerse que se instaló por ligereza un tanque con una tubería de salida rota, con una fuga enorme por donde se escapa mucha agua todo el tiempo, haciendo que la presión baje y deba entonces abrirse un poco más las tuberías de entrada y elevar el nivel del agua en el tanque, nivel que además se debe elevar año tras año pues cada vez demandamos más gotas, porque somos más, pero sobre todo, porque adquirimos y pegamos a esa tubería de salida rota, mangueras y goteros también rotos, que desperdician cada vez más el preciado líquido. Por su puesto, cada vez que abrimos las llaves para elevar el nivel del agua y su presión, elevamos también el peso sobre el jarrón.
En esta dinámica, la pregunta no es si se romperá este montaje, la pregunta es cuándo lo hará y perderemos para siempre el jarrón, por darle la abusiva tarea de sostener el barato y averiado tanque. ¿Cuál será el nivel del agua que finalmente reventará el tanque? No sabemos exactamente, pero con seguridad estamos cerca.
¿Qué podemos hacer para salvar el jarrón de semejante escenario?
Mi propuesta para salvar al jarrón en esta metáfora económica será publicada en el artículo de la próxima semana.
Por ahora los personajes de esta historia son:
-Jarrón: ecosistemas naturales del Archipiélago
-Agua: capitales
-Tubería de entrada angosta: recursos públicos
-Tubería de entrada gruesa: conexión al mercado mundial
-Sistema de mangueras y goteros: administración pública local y dinámicas económicas locales