Para los que amamos el cine, la experiencia de la sala no la supera un DVD con parlantes en esteroides. Empieza cuando se está en total oscuridad y un pequeño rayo de luz atraviesa la habitación dejando en evidencia cientos de miles de pequeñas partículas que nos conviven cerca: la física que todo lo entiende, que todo lo designa, lo llama el efecto tindall.
Y me encanta. Me parece que es la manera en la que la naturaleza me demuestra una vez más que nunca estaremos solos: que en esta habitación oscura, cuando se cree que la única compañía es el silencio y los propios pensamientos, la naturaleza, o Dios, o quien sea que armo el plan, ha encontrado la manera de permanecer cerca de una forma tan sutil como hermosa, de una manera que solo se hace evidente cuando hay oscuridad. Como los amigos que aparecen imperceptibles, solo cuando el entorno es sombrío y aunque pueda que siempre estén por ahí, no se hacen evidentes hasta que ese rayito atraviesa el silencio.
Para lo que no hay nombre es para el olor a crispeta (palomitas de maíz, pochoclo, maíz pira, etc) que tiene que acompañar la ilusión que se comparte con el director, interactuando a distancia, hablando un mismo idioma, que podría llamarse humano.
El cine, más que cualquier otro arte, se mete en nuestra vida de tal manera, que influencia nuestros gustos en música, moda, comida y vicios. Algunos de nosotros nos retiramos de la habitación convencidos de hallar un amor inmortal, en búsqueda de un fantasma en la esquina, un cadáver en el armario, o con la simple idea de cambiar el mundo.
El cine nos enseña que la vida “es bella”, que es “Jakuna Matata”, que es “una caja de chocolates y nunca sabes cual te va a tocar”; que incluso “the king of the world” puede chocar con un hielito y ahogarse; que todo siempre se puede si “la fuerza te acompaña”; que un niño nacido en un chiquero se vuelve “Lula”; que aunque no “vea gente muerta” todos somos especiales; que buscar un anillo para un señor puede ser el propósito de una vida.
Inclusive que puedes llegar “hasta el infinito y más allá”; que la libertad la busca William Wallace, Simón Bolívar, Nelson Mandela, el gladiador y el Dalai Lama y que una Queen es tan Mercury como Elizabeth.
Finalmente, el cine nos cuenta que todos somos iguales: Nemo, Freddy Krugger, superman: todos, y que cuando la adversidad te habla se le contesta: “are you talking to me?”. No importa cuál sea el resultado: “al fin y al cabo mañana será otro día” y… “Ill be back!”.