La adrenalina y la ansiedad se iban tomando a la isla cuanto más pasaban los días para la gran carrera entre ‘Tsunami’ y ‘Terremoto’, los mejores caballos de las cuerdas de Orange Hill y Perry Hill. En la calle los transeúntes lo comentaban, ni hablar en La Loma y San Luis; en los lugares de trabajo era del tema del día: ¿Tsunami o Terremoto?, las apuestas verbales -y también las de verdad- crecían minuto a minuto.
Y este fervor que siente la comunidad en general no es nada comparado con lo que sienten los miembros de las cuerdas o equipos quienes preparan a sus caballos con meses de anterioridad para esta carrera. Meses y meses de entrenamiento y de una compleja preparación cargada de mística y conocimiento ancestral, para consumarlo todo en una galopada de no más de un minuto de duración.
Para esta carrera adelantada el pasado sábado 20 de febrero, la isla parecía que se iba a inclinar hacia la punta sur por la cantidad de gente que se veía desplazándose por la vía a San Luis en dirección a South End. Volodia Road estaba atiborrada de gente; algunos estimaban que había aproximadamente 5 mil personas listas para presenciar lo que muchos calificaban como la carrera del año.
Música para animar a la gente y calmar la ansiedad y la especulación de todos los presentes que argumentaban entre sí porqué su caballo favorito ganaría la carrera. Había personas de todas las edades. Más allá de que es un certamen que mueve grandes apuestas que generan rivalidad, sobre todas las cosas es un evento de tradición raizal que también reúne a toda la familia isleña.
Se podía apreciar a varios abuelos raizales llevando de la mano a sus nietos, buscando un buen lugar para poder ver y contagiar a los pequeños de esa emoción que traen ellos de años atrás con esta costumbre ancestral. Es por este tipo de cosas que vale la pena una inversión para darle a este pueblo un escenario más apropiado para desarrollar este tipo de actividades.
El hipódromo: un viejo anhelo
Un hipódromo con una pista de carreras adecuada y una gradería alrededor, permitiría que todos los asistentes puedan ver la carrera completa desde un buen lugar, con mucha más seguridad para los asistentes, sobre todo para los menores y los mismos caballos. Seguro sería una actividad rentable por la cantidad de aficionados que mueve este deporte y lo más importante, ayudaría a mantener viva esta tradición.
Finalmente, llegó el momento de la carrera. Las dos cuerdas competidoras pasearon previamente a sus grandes y hermosos caballos y a sus jinetes, rodeándolos muy bien para hacerlos sentir seguros y protegidos, cuidando difícilmente de que los efusivos espectadores no les tomaran fotos por una cuestión de cábala.
Se dio el pitazo inicial y el ruido del imponente galopeo de estas grandes bestias hacían gritar al público de la excitación. Con sobrada distancia, ganó Tsunami (de Orange Hill). Sus aficionados extasiados celebraban el triunfo, muchos cobraban sus apuestas y los niños saltaban sorprendidos por lo que sus jóvenes ojos fueron testigos.
Fue corto y rápido, pero la carga emocional, la adrenalina y el peso de la tradición que posee a todos a través de esta competencia, sencillamente no se puede medir con un reloj.