Todos los gobernantes tienen sus detractores, algunos son inconsecuentes, otros saben hacerlo, lo reconozco, como parte del ejercicio de hacer de la política un arte. Pero qué bueno, que los defensores de algunas administraciones -hoy llamados áulicos por los mismos áulicos de ayer- encuentren argumentos palpables para apuntalar su tarea de escuderos.